viernes, 21 de diciembre de 2018

Teoría del Caos



"Silencio.

Eso eramos en el principio.


La dulce nada fluyendo en quietud,

aproximandonos a la entropía

de tus labios sobre los míos.

Y el caos originario de este amor

que hoy vuelve a estar en silencio".



Supiste estremecerme.

En medio de la calma de tu dulce abrazo, guardabas bajo tu vestido dagas de toda clase de filo, para guiarme bajo amenazas de sueños y caos hacia esa marea de tus labios. Y me supiste preso cuando rompimos el silencio imperturbable con alaridos y gestos de amor.


Tiritaba en tus manos. El frío, la terraza, el miedo, el deseo: caos. Era la formula perfecta para crear nueva materia. Para inventar nuevas leyendas de amor, y poetas, y musas, y esas cosas en que no creía hasta no haberte conocido, y encontrarme en ti todas esas letras que sin sentido formaba el universo que escondíamos entre cartas y miradas. Entre tu cielo personal, y este admirador de tus formas.


Y bastó la colisión de simples átomos para formar la nueva vida que hoy camina entre líneas y prosas: únicos vestigios del amor que presenció aquella tarde decembrina.

jueves, 11 de enero de 2018

Frágil



Una cinta invisible le envolvía.
En su rostro marcaba "Frágil", y su mirada lo decía.

En su alma había muchas cargas, tantas fallas;
Pero eso sí, su sonrisa no faltaba.

Su alma decía "Frágil", pero ella gritaba: "¡Fuerte!"
Aunque sabía que temía más un golpe, que los improvistos de la suerte.

Ella detestaba su pasado,
Hastiada de aquellas promesas, aquel abrazo, aquel halago.

Ella no era lo que fue,
Pero temía, (vaya que temía...) volverlo a ser...

Agotada de aquel beso, la caricia, el tacto apasionado.
Se arrepentía de corazón haber abierto, y entregado.

Su mirada decía "frágil", y nadie lo entendía.
Su alma estaba rota, aunque hermosa se vestía.

Aún su risa, ahogaba un grito de perdón,
Por la vergüenza que le causó aquel muchacho y su adiós.

Aún la cinta que la envolvía la usó para cubrir su dolor...

¡Temía de nuevo el impacto contra el suelo!
Porque, aunque gritara fuerte, su alma no soportaría tal colisión contra sus sueños.

Y ella sufrió sola lo que tuvo que callarse;
Mientras, con elegancia, vislumbraba la pista de aterrizaje.

Con la cinta que cubría sus ojos, hizo un moño en su cabello,

Y se dijo a sí misma, que frágil sería mientras no venciera al miedo.

miércoles, 10 de enero de 2018

Memento Mori

Quisiera ver el mundo avanzar,
En perspectiva, no de manera unilateral
(como todos)
Sino como el jugador en el banquillo.

Quisiera un golpe tan fuerte que me haga despertar.
Un salto y suspiro que me permita recordar
(y apreciar)
Lo efímero del aliento, y lo perenne de nuestra vida mortal.

No es una nota suicida,
Es una confesión en vida que me incita y grita, 
Que si bien no soy el Karenin, bien podría recostarme sobre las vías
(como la joven Karenina)
Y apaciguar así este tortuoso estigma.

Y ser así el Marco Antonio de mi Cleopatra,
El Cuervo sobre la ventana,
El Polinices, la eutanasia escrita, y un Leonora;
Un nuevo Requiem, y otro cura con sotana.

Quince tazas de café... 
21 Disparos. El "¡Doblad campanas!".
El reencuentro familiar.
Un "Ya no llores, que se fue". 

Mi propio De Profundis.
El memento mori.
Y un Mai Solí.



"La trivialidad en la manera de pensar y de actuar no deja de tener cierto atractivo: este es el eje de una filosofía muy ingeniosa, expresada por mi en sendas paradojas y obras de teatro; pero frecuentemente, me fastidiaban la apatía y necedad de nuestra existencia."


De Profundis; Oscar Wilde.

SIC SEMPER TYRANNIS

... Y así siempre a los tiranos.

Y así siempre con Mirsilo, con Cleóbulo y Periandro de Corinto. Y así con Mussolini, Trasíbulo y Stalin; sin derecho a peros y sin derecho a reconteos. Así la historia nos enseña de la libre apreciación.

Peyorativas manchas en las ropas de la humanidad; inhumano Julio Cesar que tuvo que morir en las delicadas y apacibles manos de Marco Bruto, que se lamentaba con golpes de pecho tras su amoroso parricidio: acto de valor y muestra de virtud. Y así siempre con los tiranos; quien se atreva a renegar, so pena de recibir la misma retribución, de ignominia y depreciación.

¡Sic Semper Tyrannis! Y a la basura los grandes hechos.

Que si Cleóbulo fue poeta, que si Periandro nos enseñó previsión. Que si fueron de los Siete Sabios, ¡reniego, reniego! Que si el CAP fue un gran literato venezolano, e impulsó como nunca a su nación.

(Reniego, reniego...)

El Ché no fue también escritor, ni Hitler un gran pintor. ¡So desgracia al considerar, que los desechos de la historia fueron hombres y, además, luces apagadas por la corrupción natural! Pero si eso es el hombre: Julio Cesar un genocida, y Marco Bruto un magnicida; dos caras de la moneda, el bien y el mal; ambos ejemplos de maldad, ¡pero callad! Necesitamos un villano para el gran titular...

... Y así siempre con los tiranos.


viernes, 5 de enero de 2018

Oppa!

Felicidad es saberte vivo al despertar.
Es verte al trasluz de tus errores, en el espejo, y tontear al respecto.
Es entender que cada instante vale, y que es momento de avanzar.
Es mirar con ternura a la aventura que se viene, sin importar la penumbra o las noches oscuras que eso implique atravesar.
Es callar los miedos; es superar los retos. Es mirar al futuro como quien está seguro.

Es tomar la mano de la persona que amas, y arrojarte a la ventura junto a ella.
Es mirarte al trasluz de su mirada y saberte admirable, adorable, y otros tantos adjetivos que te hacen sentir especial.
Es entender que nuestro mejor momento es el aquí y el ahora; y que es momento de apreciar.
Es mirar con ternura a la persona amada al saberte su oppa saranghae, admirable amor o simplemente una razón para esperar.

Es callar al mundo; construir juntos solo un segundo, en el cual puedas ver al futuro y apreciar la hermosura de lo que has construido con este breve desahogo vespertino de boca del poeta taciturno.


Luna llena

Hay muchas cosas que no aconsejo, y una de ella es ser poeta.

Ni siquiera es una profesión. Sólo es un cotizado veneno, comprado por aquellos que gustan ver morir al escribano, y hallar en sus delirios "ciertos toques de arte".

Si ni siquiera es un arte. Es vender el alma. El alma, corazón y pensamientos. Sellarlos en nombre de una musa que sabrá enloquecerte. Es ser feliz hasta hallarla, y desde entonces no cesar de pensarla. Y pensaras que eso es amor.

Pensaras que es amor cuando halles su nombre en cada tragedia de la historia. Cuando la crees tu Capuleta, sin entender qué que lo sea la convierte también en tu urna. Cuando vuelves romance el 9/11, y te haces así despreciable ante tantos afectados. Pero eres ciego sin saberlo... Y ves arte. Y ves romance, y amor.

Pensaras que es amor cuando contemplas la luna llena un primero de Enero y te preguntas si te piensa, cuando el resto de los humanos se ocupan de sus nimiedades... Y pensaras que es romance.

Creerás que es romance ver a dos jóvenes sufrir hasta la muerte en nombre del amor, cuando un cuerdo realmente se preguntaría "¿Que rayos ocurre en la cabeza de Shakespeare?", sin entender que él era poeta, y por eso no entendía nada de romance. Sólo de tragedias, y amor. Y eso solemos hacer los poetas.

¡No, no seas poeta! Pelea a la contra de tus instintos cuando el corazón te hable en prosas. Has caso a Bukowski y toma algún brebaje antes que refugiarte en las letras. Si el poeta es un amante mal pagado, que sigue mirando a la luna, y se pregunta... "¿Me estará pensando?"

Es ver tu historia en cada letra. Es sentir mareas en tiempos de calma. Es pensarla... Es tocar su rostro al tomar el boli. Es llorarla, y reírla. Y creerás que es arte... Pero eso. Eso es más grande, así que es mejor que se calle el arte. No seas poeta. 


jueves, 4 de enero de 2018

Sr José

"¡José! ¡José!" 

Y así fue como se coronó el primer post del año 2018, mi recién conocido Sr. José.

Mientras yo sujetaba su cuerpo para que no se fuese de lado, él manchaba mi chaqueta azul del rojo intenso de su sangre. Hay dos cosas curiosas acá: primero, realmente no me pertenece aquella chaqueta; segundo, la sangre suele tornarse un poco oscura a medida que se va oxidando al contacto con el aire. Esto último tiene su explicación fisiológica, ¿lo primero? Pues que me gusta andar con chaquetas que me queden enormes, pero eso va para otra historia, ¿vale?

Lo importante acá es no olvidar esos gritos. Imagina la escena desde los ojos de quien va saliendo de su apartamento, para toparse con la fusión de dos motos que se las apañaron para fundirse en una sola. Y allí fueron arrojados sus jinetes: el misterioso hombrecito que, levantadose en su sangre se marchó dando tumbos, y el Sr. José, la inspiración de este post.

"Vaya manera de comenzar el año, amigo." Bastó decirle eso para darme cuenta de que no importaba que le dijera, había llegado a niveles de estupor. Ni que su esposa lo engañó, o que si se ganó la lotería, no respondía a nada; estaba en otra órbita, y me obligué a subir allí con el. He atendido más emergencias de las que recuerdo. Lo curioso es que nunca veo el accidente, solo a los heridos. Pero esta vez lo sentí diferente. Quizás porque en cierta manera me recordó a mi padre, o que se yo.

En la cátedra de Medicina te dicen muchas cosas, pero no te preparan para los gritos, ni la presión, ni a cómo soportar a cuanto transeúnte que, con sabiduría salomónica, se disponían a opinar y querer hacerte a un lado para aplicar maniobras sacadas de esos folletos de semáforo. "Que no... Permítame que sé lo que hago..." Que va. Al aburrirme de forcejear con los mortales, enfoqué mi vista y atención al cuarentón caucásico que se desangraba sobre aquella chaqueta azul.

Otro dato curioso: yo solo salía a comprar unas papas. Y, ¿adivináis? Pues si, al final ni papas ni nada. Esas situaciones te exprimen la glándula suprarrenal, y te impulsan la adrenalina a chorro. Al llegar a la bodega mis rodillas aun temblaban. Pero no de miedo, sino por aquel impulso enardecido de querer hacer más que solo sostener su cabeza con aquella chaqueta. En Medicina no te preparan para eso: para la frustración de entender, y no poder hacer; y ver como una vida se escapa de tus manos.

Al final, creo que en nuestra órbita solo usted y yo nos pudimos entender, Sr. José. Y, aunque te dejé allí en mano de los paramédicos cuando llegaron, lamento decirle que no entendí aquellas luces que se apagaban en sus ojos. ¿Descansabas, Sr. José?

Supongo que, realmente, solo salí para ofrecerle mi chaqueta. Que papas ni que nada.

Al menos pude inmortalizarle con esta historia, mi querido homónimo.



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