jueves, 4 de enero de 2018

Sr José

"¡José! ¡José!" 

Y así fue como se coronó el primer post del año 2018, mi recién conocido Sr. José.

Mientras yo sujetaba su cuerpo para que no se fuese de lado, él manchaba mi chaqueta azul del rojo intenso de su sangre. Hay dos cosas curiosas acá: primero, realmente no me pertenece aquella chaqueta; segundo, la sangre suele tornarse un poco oscura a medida que se va oxidando al contacto con el aire. Esto último tiene su explicación fisiológica, ¿lo primero? Pues que me gusta andar con chaquetas que me queden enormes, pero eso va para otra historia, ¿vale?

Lo importante acá es no olvidar esos gritos. Imagina la escena desde los ojos de quien va saliendo de su apartamento, para toparse con la fusión de dos motos que se las apañaron para fundirse en una sola. Y allí fueron arrojados sus jinetes: el misterioso hombrecito que, levantadose en su sangre se marchó dando tumbos, y el Sr. José, la inspiración de este post.

"Vaya manera de comenzar el año, amigo." Bastó decirle eso para darme cuenta de que no importaba que le dijera, había llegado a niveles de estupor. Ni que su esposa lo engañó, o que si se ganó la lotería, no respondía a nada; estaba en otra órbita, y me obligué a subir allí con el. He atendido más emergencias de las que recuerdo. Lo curioso es que nunca veo el accidente, solo a los heridos. Pero esta vez lo sentí diferente. Quizás porque en cierta manera me recordó a mi padre, o que se yo.

En la cátedra de Medicina te dicen muchas cosas, pero no te preparan para los gritos, ni la presión, ni a cómo soportar a cuanto transeúnte que, con sabiduría salomónica, se disponían a opinar y querer hacerte a un lado para aplicar maniobras sacadas de esos folletos de semáforo. "Que no... Permítame que sé lo que hago..." Que va. Al aburrirme de forcejear con los mortales, enfoqué mi vista y atención al cuarentón caucásico que se desangraba sobre aquella chaqueta azul.

Otro dato curioso: yo solo salía a comprar unas papas. Y, ¿adivináis? Pues si, al final ni papas ni nada. Esas situaciones te exprimen la glándula suprarrenal, y te impulsan la adrenalina a chorro. Al llegar a la bodega mis rodillas aun temblaban. Pero no de miedo, sino por aquel impulso enardecido de querer hacer más que solo sostener su cabeza con aquella chaqueta. En Medicina no te preparan para eso: para la frustración de entender, y no poder hacer; y ver como una vida se escapa de tus manos.

Al final, creo que en nuestra órbita solo usted y yo nos pudimos entender, Sr. José. Y, aunque te dejé allí en mano de los paramédicos cuando llegaron, lamento decirle que no entendí aquellas luces que se apagaban en sus ojos. ¿Descansabas, Sr. José?

Supongo que, realmente, solo salí para ofrecerle mi chaqueta. Que papas ni que nada.

Al menos pude inmortalizarle con esta historia, mi querido homónimo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hey, there!

Populares